Entre el 3 y el 8% de los adolescentes es adicto a los juegos de azar, la mayoría de ellos, a las apuestas deportivas. Las apuestas deportivas son una «moda» al alza. De acuerdo con los datos del Ministerio de Cristóbal Montoro, solo en el segundo trimestre de 2017 movieron más de 1.400 millones de euros en España. En principio, este tipo de apuestas suponen un aliciente para quienes deciden darle un aire más interesante a su deporte favorito. Pero tienen un grave peligro, pues hoy en día es la puerta de entrada que más frecuentemente usan los adolescentes que terminan cayendo en la ludopatía.

 

Así lo pone de manifiesto el último informe de Proyecto Hombre, que alerta de un nuevo perfil de adicto: el de joven enganchado a las apuestas deportivas, que ha crecido en un 20% en el último año. El problema es que esta patología puede adquirir dimensiones gigantescas en los próximos años.

 

Cada vez más fácil

En los últimos años, la facilidad para apostar en acontecimientos deportivos ha ido aumentando progresivamente. Primero, a través de internet; luego, en el móvil o en aplicaciones exclusivamente dedicadas a ello; hoy, en establecimientos en los que, mientras ves el partido y tomas algo con los amigos, puedes apostar, en ocasiones, a más de 700 eventos, desde quién gana o cuántos goles se marcarán, hasta los saques de esquina que se pitarán.

 

Este último fenómeno, el de las casas de apuestas “físicas”, se está expandiendo en nuestra comunidad autónoma rápidamente. Fue a raíz de la aprobación de la norma que regula este tipo de apuestas, que entró en vigor a finales de 2014 y pretendía controlar la apertura de casas de apuestas y de juego en general, y controlar su funcionamiento. Sin embargo, a pesar del estricto régimen de autorización que pesa sobre ellas, desde entonces se han abierto una treintena de estos establecimientos exclusivos de apuestas y hemos constatado que los controles no son tan exhaustivos como debieran.

 

Cómo funcionan

En la mayoría de estas casas de apuestas, el funcionamiento es muy similar. La entrada es libre, pues tienen servicio de bar y cualquiera puede entrar para, sin apostar, pedir una consumición. En el local veremos televisores en los que se emiten distintos eventos y una multitud de máquinas para realizar nuestras apuestas.

 

Es curioso comprobar cómo, tras el lema “Por un juego responsable” que acompaña la publicidad de todas las casas de apuestas, se hace una exhibición de alegría, de ambición, de dinero fácil, incluso de atractivo físico. No hay más que ver la publicidad de las apuestas deportivas para comprobar cómo deportistas de éxito, grandes clubes de todo el mundo o actores famosos hacen alarde de lo sencillo que es apostar y ganar dinero.

 

Además, si acudimos a una casa de apuestas “física” tendremos bebidas asequibles, música y locuciones deportivas a un gran volumen, máquinas con juegos de luces y sonidos que atraen nuestra atención… Todo estudiado y desarrollado para que nos apetezca apostar.

 

Una vez que decidimos apostar, tendremos que entregar nuestro DNI al encargado, simplemente para certificar que somos mayores de edad y que no estamos incluidos en las listas que existen para evitar que personas con problemas de ludopatía, puedan jugar, con el mismo sistema que cuando entramos en un bingo o un casino.

 

Una vez comprobados nuestros datos, nos dan un código con el que podremos dirigirnos a las máquinas y formalizar nuestra apuesta. Y aquí es donde aparece la gran laguna de seguridad, pues es perfectamente posible que un mayor de edad le ceda ese código a un menor para que este pueda apostar o, directamente, que el mayor apuesta en nombre del menor, porque estos no tienen, a priori, prohibida la entrada.

 

Y esto es, precisamente, lo que hemos hecho para realizar el estudio. Nos hemos hecho acompañar de un chico de 17 años en la visita a varios establecimientos de este tipo para comprobar si le resultaba sencillo apostar. En todos los casos le pidieron el DNI, así que no podría apostar si va solo; pero como lo acompaña un mayor, este sí pudo obtener su código y, con él, el menor pudo apostar en el 25% de los establecimientos visitados.

 

Realmente, el hecho de que un menor pueda apostar, es ilegal y sancionable según nuestra ley del juego; pero es, sobre todo, muy peligroso para su salud. Bueno, para la del menor y para la de los mayores de edad, porque, ¿qué diferencia hay entre un chico de 17 años y otro de 18? En cierta medida, parece que la ley protege a los menores cuando todos estamos expuestos al peligro de caer en la ludopatía.

 

Qué podemos hacer

En primer lugar, endurecer las condiciones de apertura y mejorar los controles de uso de las casas de apuesta. En general, se trata de realizar más inspecciones in situ, para comprobar que no hay menores de edad en estos establecimientos y que se cumplen todas las normas sobre acceso a los locales. Por ejemplo, se anunció por parte del Ayuntamiento de Mérida una campaña de inspecciones en la que policías locales vestidos de paisano se harían pasar por clientes para controlar que no hay menores en las casas de apuesta y que se cumplen los requisitos de exhibición de DNI antes de apostar.

 

Por otra parte, y quizá sea la más importante, se ha creado un grupo de trabajo en la Junta de Extremadura que ya está desarrollando planes específicos de prevención de la ludopatía y formación de educadores y familias para la detección de cualquier conducta que pueda derivar en ludopatía.

 

Es responsabilidad de todos, autoridades, educadores y padres, atajar el problema de la adicción al juego en general, y de los más jóvenes en particular, si no queremos que se convierta en un problema de salud pública aún mayor del que ya es.

 

La formación y la educación son vitales; pero es exigible a las autoridades competentes un mayor celo en la vigilancia sobre el acceso a las apuestas y los juegos de azar. Si no se controla y se sanciona a quienes incumplen, podrían seguir haciendo negocio de la desgracia de otros.

NOTA PRENSA UCE